domingo, 15 de marzo de 2009

La Fémina Voz del Museo Rayo...

Colombia no sólo es pasión, que se puede percibir en el ambiente, en cualquiera de los escenarios en los que nos encontremos. De igual manera, es un país cimentado sobre sueños, que deben parirse en silencio; dado que el ejercicio de expresarlos resulta casi siempre fatal para quienes lo intentan.
Es un territorio en el cual por tradición se nos ha silenciado a todos, en particular, la voz de la mujer, que históricamente se ha relegado en los diferentes espacios que permiten la construcción de “nuestra sociedad”, en tal sentido día a día se convierte en un imperante que se construyan nuevos espacios en los cuales éstas, puedan expresar su sentir y su pensar frente a todo cuanto acontece, sin embargo, aún estamos a la espera que gestas como la que hoy cumple su XXIV versión sobre los hombros de Águeda Pizarro de Rayo, pueda ser emulada por otros que incluso cuentan con mayores alcances.
Desde hace 24 años, el Museo Rayo se viste de Fémina, se viste de Valle del Cauca, Antioquia, Amazonas, Guajira, Cauca, Cundinamarca; se viste de Chocó y se viste de Bolívar… para recibir de “brazos abiertos” a cada una que obra como embajadora de la realidad que padece, convirtiéndose en el único lugar que en este país que a la fecha, crea un diálogo entre Palenqueros, Guambianos y Wayuu comprensible entre sí, aunque cada uno este hablando en su propia lengua. Es el único lugar que permite que se mimeticen entre la multitud las diferentes etnias, clases sociales, convicciones políticas, ideológicas y religiosas, incluso analfabetas; sin que ello sea un impedimento para ofrecerse un abrazo espontáneo, fraterno y sincero; es el único lugar donde las palabras son utilizadas para expresar su sentir “ser” sin que estén previamente condicionadas por los intereses de unos pocos, es el único lugar en el que la palabra tiene color y forma, donde el arco iris puede ser también blanco y negro, y donde la noche presta su vestido a la paleta.
Rememoramos a Circe, hermosa y terrible, otro de los agonistas simbólicos que la intuición de Homero somete al estudio ulterior de la epistemología, quien descendía de Helios, deidad solar, y de Persa, criatura marina. Reunía, pues, atributos de energía, por el sol, y de versatilidad, por el océano. (1)
Águeda Pizarro de Rayo, es una mujer Neoyorquina de descendencia Catalana y Rumana por parte de sus padres; doctora en Filología Romana y Francesa, con una maestría en arte de la Universidad de Columbia y honoris-causa en historia de áreas latinoamericanas, quien de los brazos de Omar Rayo sienta raíces en Roldanillo (Valle del Cauca).
Águeda Pizarro, así como Circe a Odiseo y su tripulación, nos conjura a encontrarnos en su morada que en este caso ya no será en la isla Ea, sino en el Valle del Cauca y no sobre un profundo Valle entre un bosque de encinas, sino entre módulos acariciados por cintas y figuras geométricas delineando al universo, conocido como el Museo Rayo.
Odiseo, permaneció durante cinco años, que para él fueron cinco días, bajo las más exquisitas atenciones en la isla Ea, ante el encantador hechizo de la complaciente Circe; en nuestros caso tendríamos que hablar de cinco siglos de emoción, misticismo, pasión, locura, anhelo, amor y odio, configurados en la mágica danza de palabras bajo el ritual al que nos exhortan las mujeres poetas de Colombia, amazonas de vocablos, de versos y canciones, amalgamados sin temores en el crisol de la esperanza.
Han pasado cinco siglos, que tendremos que recordar la vida entera, en el que las voces tímidas pero preñadas de la emoción de las mujeres que asisten por primera vez al encuentro, se entre cruzan entre los módulos, con la de aquellas que se sienten nuevamente en casa y las escuchan con esmero recordando igual su primer momento.
En nuestro siglo tercero se rinde homenaje a Beatriz Castelblanco de Castro, un ejemplo de vida, una mujer curtida por las palabras que hoy es un símbolo para quienes la preceden, y homenaje póstumo a Aurora Arciniegas; una de las grandes poetas Colombianas y de las pioneras de este encuentro, a Ninfa Aurora Rodríguez; una de las primeras mujeres negras que llevaron su voz al museo y Matilde Espinoza, quien perteneciera a la real academia de la lengua; que han dejado en su obra, un legado invaluable a las letras Colombianas. En medio de un diluvio de sentimientos, la presentación de tres libros “Abalenga” de María Teresa Ramírez, “Negra Soy” de Mary Grueso Romero, “Analogías y Anhelos” de Elcina Valencia Córdoba; Poetas a quienes el año pasado, Águeda Pizarro de Rayo denominara “Almanegras” en una categorización como “madres poetas” provenientes de la Costa Pacífica, así como “Almadres”, estableciendo una equivalencia con Meyra del Mar, Aurora Arciniegas, Guiomar Cuestas, Dora Castellanos, Gloria Cepeda y Marga López... en otros contextos.
Hablar de este XXIV Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas del Museo Rayo, tiene que ser hablar de la sensibilidad que aún se ergulle en los corazones de estas ensirenadas de la palabra, tiene que ser hablar de la reclamación histórica de María Teresa Ramírez en cada verso, tiene que ser recordar con dolor, con alegría y pasión la voz en esta negra, a los palanqueros, así como la necesidad de seguir insistiendo al mirar con encanto y asombro como se mantienen antecedentes tan bien atesorados en cada muestra de los Guámbianos de Silvia (Cauca).
Cada presentación se convierte en una nueva indescriptible fantasía para nosotros, se con se convierte en una nueva cita con lo desconocido, se convierte en una ronda acrobática hiperbólica y metafórica, mientras realizamos un paseo por el Pacífico; en cuanto escuchamos la voz de trueno de Mary Grueso Romero; manifestando su orgullo de “ser” y sentirse negra, trasladándonos una y otra vez a su terruño para enseñarnos a conocerlo, reconocerlo y valorarlo, a través de los espejos de su alma, que en sus labios, se convierten en poesía.
Así como las “Almanegra” María Teresa, Mary y Elcina y como los indígenas de Silvia, siguen llegando quienes para nosotros guardan con cuidado la esencia de su cultura. Escuchamos conjugarse el amor y la ternura en la voz de Dionisia Moreno Aguirre, la fluctuación del erotismo entre los cuatro elementos, atrapados en la canción hablada de María de los Ángeles Popov; así, como la maestría y madurez del verso de las Almadres Dora Castellanos, Gloria Cepeda y Marga López, sin embargo, importante resaltar intervenciones memorables como la de Lorena Torres Herrera; quien nos lleva a navegar igual entre olas “en canoas de nostalgia y atarrayas de olvido”, recordando la mitológica creencia del afrodisíaco encanto natural de la mujer del Pacífico en su poesía “Tomasa”, la travesía que al negro le ha llevado siglos para ocupar nuevamente posiciones de decisión y respeto en la “lista negra” y nos reafirma que hay rasgos indiscutibles de identidad que simplemente se deben continuar fortaleciendo y proyectando en el tiempo.
Palembiano (2), es la lengua que aparece en el diálogo creado entre las culturas palenqueras y guambianas por parte de sus embajadoras, para expresar nuestro respeto, nuestra valoración y nuestro orgullo. Este encuentro, que acoge a todas las mujeres que se le aproximan en el marco de su realización, ha sido capaz de posibilitar a poetas ágrafas como Encarnación García, tatuar en el papel su obra, y expresarse a través de su inocencia.
Mirar cómo llegan mujeres en romería a cada minuto, mientras se desliza el tiempo entre las figuras del maestro Omar Rayo sujetando nuestros sueños, llenándose de entusiasmo y encanto, aquellas que ya se encuentran instaladas en el evento, a quienes vemos que cuando se abrazan, se entregan en una mirada su fascinación sincera.
No puede ser gratuita la emoción de Guiomar Cuesta, Dora Castellanos, ni las lágrimas de María Teresa, mientras Águeda Pizarro deshojaba con sutileza la historia en la presentación de sus publicaciones. Toda vez, que se visibiliza todo cuanto ha representado abrirse caminos a brazos partidos, para lograr los espacios que hoy merecen; y cómo en un silencio ensordecedor y profunda devoción, la asistencia plena escucha anonadada a la Gran Almadre Meyra del Mar, quien con cada vocablo que va hilando en sus labios, redefine la fuerza y celeridad de nuestras palpitaciones.
Águeda Pizarro, quien a pesar de ser norteamericana, se siente tan Colombiana como cualquiera de las mujeres que asisten al encuentro, tuvo a buena hora la visión histórica de aprovechar la cobertura que ofrecía el Maestro Omar Rayo a través del Museo, logrando que sus congéneres salieran del anonimato y abriesen un espacio a la literatura femenina, reuniendo todas las formas de expresión literaria, donde cada año, tienen la feliz oportunidad de expresar sus pensamientos y sentimientos por medio de la palabra (3).
Esta mujer, poseedora de una sensibilidad infinita, ha hecho de sus pares amazonas, quienes cabalgan o naveguen entre nuestros pensamientos, ondeando para siempre sus voces y sus versos en nuestros recuerdos. Agradecemos al Maestro Omar Rayo, al Museo Rayo, y a quien en lugar de Águeda Pizarro, debiéramos llamar desde ahora Circe.

Jeferson Torres Guerrero, Adrian Fernando Zamora D.



(1) La isla de Circe se ha identificado con el Promontorio Circeo que aun hoy aparece como isla ante los ojos desprevenidos del navegante. Bradford comenta que en Terracina hubo un antiguo culto a Feronia, divinidad de la floresta y las fieras, la que presidía también la liberación de los esclavos (Ulysses Found, pág. 89 y sig.), En ello sigue a VÍCTOR BÉRARD, en Les Phéniciens et L'Odyssée, t. 11, págs, 280 y sigs. (2) Término que acuña Gustavo Adolfo Ríos Abad -Consejero Académico de la Universidad del Valle-, al encuentro de las etnias palenqueras y Guambiana. (3) Semblanza de Águeda Pizarro de Rayo- Mary Grueso Romero-.

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